Recientemente he estado reflexionando sobre esos mensajes que vemos en redes, donde algunos influencers pretenden vendernos la idea de que entrenar –ya sea en el gimnasio o en el parque– es una lucha diaria, una batalla épica contra el sufrimiento y los demonios internos. Me llamó mucho la atención esa tendencia de dramatizar el entrenamiento, dotándolo de una epicidad innecesaria que, a mi parecer, aleja a mucha gente.

¿De dónde viene esa imagen?

He visto a personas que, al hablar de entrenar, lo hacen como si llevaran una batalla interna: con capucha, cascos, ropa oscura y una actitud tan seria que parece que están protagonizando una película de guerra. Se vende la idea de que cada serie es una lucha contra uno mismo, de que ir al gimnasio es como enfrentarse a un enemigo invisible. Y claro, en ocasiones, puede haber momentos de esfuerzo real, de esos en los que un ejercicio se pone difícil o se acerca al fallo. Pero, en realidad, la experiencia de entrenar es muy diferente.

La realidad del entrenamiento

Para mí, entrenar es algo agradable y positivo. En muchos gimnasios, puedes disfrutar de aire acondicionado y estar cómodo y, en el parque, de la libertad del aire libre. Una vez que ya estás en medio de tu rutina, el ambiente cambia: puedes relajarte, escuchar música, conversar con amigos o incluso reírte de algún fallo. No se trata de una guerra constante contra uno mismo, sino de un momento para cuidar el cuerpo y la mente.

Por ejemplo, si a una persona le gusta jugar a fútbol o a baloncesto, no te va a decir: "Hoy tuve que ir a jugar y luché contra mis demonios y gané la batalla". Simplemente, disfrutas del juego. No creo que debamos ver el entrenamiento como algo sufrido o exageradamente difícil. Si bien es cierto que hay ejercicios exigentes, no se necesita una narrativa de lucha constante para justificar el esfuerzo.

¿Qué quiero transmitir?

Me preocupa que esa imagen negativa y dramática termine desmotivando a quienes aún no han descubierto el placer de entrenar. No se trata de negar la disciplina o el esfuerzo, sino de no caer en extremos que conviertan algo tan positivo en una carga emocional. Entrenar no es una guerra diaria, es un hobby, una forma de sentirnos bien con nosotros mismos.

Yo mismo voy al parque con una sonrisa, saludando a la gente, disfrutando de cada serie, consciente de que, aunque alguna repetición cueste un poco más, al final siempre te sientes satisfecho por haber hecho algo bueno para tu cuerpo.

En definitiva, dejemos de romantizar el sufrimiento y abracemos la idea de que entrenar es, sobre todo, divertido y enriquecedor.

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Por Yerai Alonso,